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Al blog de Lengua y Literatura de los chicos del Juve, un espacio para crecer como alumnos. Aquí vas a poder encontrar ejercicios extra, explicaciones complementarias y actividades interactivas.

domingo, 9 de mayo de 2010

Carta a mis amigos - De Rodolfo Walsh
Hoy se cumplen tres meses de la muerte de mi hija, Maria Victoria,, despues de un combate con fuerzas del Ejercito. Se que aquellos que la conocieron la han llorado. Otros, que han sido mis amigos o me ha conocido de lejos, hubieran querido hacerme llegar una voz de consuelo. Me dirijo a ellos para agradecerles pero tambien para explicarles como murio Vicki y por que murio.
El comunicado del Ejercito que publicaron los diarios no difiere demasiado, en esta oportunidad, de los hechos. Efectivamente, Vicki era oficial 2ª de la Organizacion Montoneros, responsable de la prensa sindical, y su nombre de guerra era Hilda.
La forma en que ingreso a Montoneros no la conozco en detalle. A los 22 años, edad de su posible ingreso, se distinguia por decisiones firmes y claras. Por esa epoca empezo a trabajar en diario "La Opinion" y en un tiempo muy breve se convirtio en periodista. El periodismo en si no le interesaba. Sus compañeros la eligieron delegada sindical. Como tal, debio enfrentar en un conflicto dificil al director del diario, Jacobo Timerman, a quien despreciaba profundamente. El conflicto se perdio y cuando Timerman empezo a denunciar como guerrilleros a sus propios periodistas, ella pidio licencia y no volvio mas.
Fue a militar a una villa miseria. Era su primer contacto con la pobreza extrema en cuyo nombre combatia. Salio de esta experiencia convertida a un ascetismo que impresionaba. Su marido, Emiliano Costa, fue detenido a principios de 1975 y no lo vio mas. La hija de ambos nacio poco despues. El ultimo año de vida de mi hija fue muy duro. El sentido del deber la llevo a relegar toda satisfaccion individual, a empeñarse mucho mas alla de sus fuerzas fisicas. Como tantos muchachos que repentinamente se volvieron adultos, anduvo a los saltos, huyendo de casa en casa. No se quejaba, solo su sonrisa se volvia mas desvaida. En las ultimas semanas varios de sus compañeros fueron muertos: no pudo deternerse a llorarlos. La embargaba una terrible urgencia por crear medios de comunicacion en el frente sindical que era su responsabilidad.
Nos veiamos una vez por semana, cada quince dias. Eran entrevistas cortas, caminando por la calle, quizas diez minutos en el banco de un plaza. Haciamos planes para vivir juntos, para tener una casa donde hablar, recordar, estar juntos en silencio. Presentiamos, sin embargo, que eso no iba a ocurrir, que uno de esos fugaces encuentros iba a ser el ultimo, y nos despediamos simulando valor, consolandonos de la anticipada perdida.
MI hija no estaba dispuesta a entregarse con vida. Era una decision madurada, razonada. Conocia, por infinidad de testimonios, el trato que dispensan los militares y marinos a quienes tienen la desgracia de caer prisioneros: el despellejamiento en vida, la mutilacion de miembros, la tortura sin limite en el tiempo ni en el metodo, que procura al mismo tiempo la degradacion moral, la delacion. Sabia perfectamente que en una guerra de esas caracteristicas, el pecado no era hablar, sino caer. Llevaba siempre encima una pastilla de cianuro, la misma con que se mato nuestro amigo Paco Urondo, con la que tantos otros han obtenido una ultima victoria sobre la barbarie.
El 28 de Septiembre, cuando entro en la casa de la calle Corro, cumplia 26 años. Llevaba en brazos a su hija porque a ultimo momento no encontro con quien dejarla. Se acosto con ella, en camison. Usaba unos absurdos camisones blancos que siempre le quedaban grandes.
A las siete del 29 la despertaron los altavoces del Ejercito, los primeros tiros. Siguiendo el plan de defensa acordado, subio a la terraza con el secretario politico, Molina, mientras Coronel, Salame y Beltran respondian al fuego desde la planta baja.
He visto la escena con sus ojos: la terraza sobre las casas bajas, el cielo amanecido, y el cerco. El cerco de 150 hombres, los FAP emplazados, el tanque. Me ha llegado el testimonio de uno de esos hombres, un conscripto.
"El combate duro mas de una hora y media. Un hombre y una muchacha tiraban desde arriba. Nos llamo la atencion la muchacha porque cada vez que tiraba una rafaga y nosotros nos zambulliamos, ella se reia"
He tratado de entender esa risa. La metralleta era una Halcon y mi hija nunca habia tirado con ella, aunque conociera su manejo por las clases de instruccion. Las cosas nuevas, sorprendentes, siempre la hicieron reir. Sin duda era nuevo y sorprendente para ella que ante una simple pulsacion del dedo brotara una rafaga y que ante esa rafaga 150 hombres se zambullieran sobre los adoquines, empezando por el coronal Roualdes, jefe dle operativo.
A los camiones y el tanque se sumo un helicoptero que giraba alrededor de la terraza, contenido por el fuego. <>
Abajo ya no habia resistencia. El coronel abrio la puerta y tiro dos granadas. Despues entraron los oficiales. Encontraron a una nena de algo mas de un año, sentadita en una cama, y cinco cadaveres.
En el tiempo transcurrido he reflexionado sobre esa muerte. Me he preguntado si mi hija, si todos los que mueren como ella, tenian otro camino. La respuesta brota de lo mas profundo de mi corazon y quiero que mis amigos la conozcan. Vicki pudo elegir otros caminos que eran distintos sin ser deshonrosos, pero el que eligio era el mas justo, el mas generoso, el mas razonado. Su lucida muerte es una sintesis de su corta, hermosa vida. No vivio para ella: vivio para otros, y esos otros son millones.
Su muerte si, su muerte fue gloriosamente suya, y en ese orgullo me afirmo, y soy yo quien renace de ella.
Esto es lo que queria decir a mis amigos y lo que desearia de ellos es que transmitieran esto a otros por los medios que su bondad les dicte.
Rodolfo Walsh, diciembre de 1976.-

Fuente: http://paulitaangelnegro.spaces.live.com/blog/cns!565686AA3AA0231D!116.entry

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